Las campanadas de la muerte me recuerdan que está cerca, me hacen percatarme del silencio y de la paz que trae consigo el último respiro del alma. La viuda llora al marido. La madre sufre la pérdida. El hijo ya no respira y el sol apenas despierta. Que el ángel que guía mis pasos sea el que me cuide cuando desaparezca, cuando de mí tan solo queden los huesos, las cenizas que hacen llorar los ojos, y los recuerdos de una vida incompleta.
Les dejo este pequeño poema que nació durante mi visita a la Necrópolis Cristóbal Colón, ubicada en el Vedado, La Habana, Cuba.
Poco se habla de la tranquilidad que se transmite en este tipo de lugares, el aire tan limpio y a la vez tan lleno de cosas no dichas. Escribo por la memoria de aquellos que allí yacen enterrados. Escribo por mi propia vida. O, en este caso, por mi propia muerte. ¿Y por qué no? Que sea también por la tuya.
Siempre desde el amor,
Maylen
Nunca había pensado la idea de que la imagen del ángel que nos acompaña, pudiera estar presente después de nuestro paso por la tierra, qué lindo pensarlo así. 🤍
Es precioso