«Algunas ramas viejas tienen que desprenderse del árbol para que crezcan otras nuevas».
— El arte de ser nosotros, Inma Rubiales.
Hoy es un domingo en el que no solo me he dedicado a ser, sino también a pensar. Y eso me ha hecho llegar a un par de conclusiones.
Los seres humanos buscamos, casi que por inercia, resaltar. Destacar entre los otros.
Desde que abrimos los ojos al mundo, nuestra existencia se ve colmada de amor, de atención.
Conforme crecemos, vamos siendo olvidados, y terminamos desechados, hasta que la muerte toca a nuestra puerta. Puede que ella sea la única que realmente se preocupe por nosotros, y que por ello nos venga a buscar.
Siempre hemos tenido el poder de elegir ser diferentes justo en nuestras manos. Como si serlo, fuera a darnos algún tipo de tranquilidad mental.
¿Por qué no podemos elegir la comodidad de lo cotidiano? ¿Qué hay de malo en temer dejarnos ver? Considero que cada quien debería vivir su vida a su propio ritmo, total, nos vamos a morir de todos modos.
Temer que el mundo nos vea no es sinónimo de no ser capaces de resplandecer con luz propia.
La vida nos enseña (a veces por las buenas, a veces por las no tan buenas) a ser nuestros más que de cualquier otro ser. A pertenecernos. A sentirnos orgullosos de nosotros mismos. A priorizarnos, porque sabemos que nadie lo hará si nosotros no lo hacemos primero.
Pues, el amor que proviene de otros puede acabarse, pero el que sentimos por nosotros mismos, solo se transforma.
Somos seres egoístas que, a la vez, buscamos la validez en todos los ojos que puedan apreciarnos. Y eso no está mal.
Queremos que se nos reconozca, aunque sea un poco, todo lo que somos capaces de hacer, de vivir, de sentir.
Somos complejos. Puede que ni en diez mil millones de años más podamos llegar a entendernos del todo.
Nos equivocamos. Caemos una y otra vez en los mismos errores, y solemos frecuentar el golpe en el mismo lugar. Eso también es comodidad, de algún modo. Costumbre. Rutina.
Buscamos la perfección en la sencillez y la sencillez en lo imposible, en lo palpable, en lo efímero.
Como un beso al despertar, una sonrisa o una puesta de sol. Como los dedos al entrelazarse con la arena y el sentimiento que se arraiga dentro de nuestros corazones cuando, con solo reflejarnos en los ojos del ser amado, nos sentimos comprendidos.
Como sentir la brisa golpear nuestro rostro. Como el roce de unas manos. O el choque de unas miradas, que no sabían hasta ese momento, que siempre se habían estado buscando.
No sabemos lo fugaz que es todo hasta que ese mismo «todo» desaparece. Sentimos cómo se rompe cuando somos incapaces de arreglarlo. Pensamos que es el fin del mundo cuando, en realidad, uno nuevo está renaciendo de los escombros.
Pero no es suficiente. Nunca lo es.
Ni el tiempo, ni el amor, ni el odio, ni el deseo.
Ni las miradas, ni los errores, ni los recuerdos.
Ni las estrellas, ni los caminos.
Ni los chistes, ni los aciertos.
Ni todos los abrazos o los besos, ni siquiera las palabras de aliento.
Realmente nada es suficiente para todo lo que llevamos dentro. Pero todo eso y muchísimo más, vale la pena, la espera y los malos momentos.
Vive. Mira a tu alrededor. Disfruta de tu propia respiración.
El mundo da muchas vueltas, y puede que una de las mayores certezas que tengamos es que Bad Bunny no se equivocó cuando dijo que nadie sabe lo que va a pasar mañana.
Detalles que me han hecho feliz esta semana:
Leer artículos en Substack.
Mi clase de Defensa Nacional en la universidad.
Comprarme nuevos libros de poesía.
La Pop Culture Party de abril.
Escribir en mis ratos libres.
Jugar Scrabble en una cafetería linda.
Rodearme de mis amigas todo el fin de semana.
Dormir.
Siempre desde el amor, Maylen.
Que lindo Maylen, esa forma que tenes de siempre encontrar las palabras justas 🫂❤️
leerte siempre me hace sentir acompañada, comprendida, tus escritos se vuelven un refugio. <3